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Algo de historia

A partir del siglo III  antes de Cristo, la ciudad de Roma comenzó a expandir su dominio hegemónico por el Mediterráneo occidental.  El enorme potencial militar y económico que había alcanzado la Republica romana a lo largo de estos años, y la necesidad de explotar nuevos recursos y territorios, desembocaron en su interés por la rica Iberia.  Desde el litoral, las legiones romanos fueron obteniendo el progresivo control de la Península Ibérica. En pocos años, las tropas romanas consiguieron penetrar hacia el interior, aunque será el Valle del Ebro uno de los territorios donde más dificultad, interés y esfuerzos tuvieron que ejercer.

 

Para asegurar el control del territorio y su población, Roma optó por mantener algunas de los oppida o ciudades indígenas ya existentes, y crear nuevos núcleos urbanos o civitates, allí donde no existían.  Éste es el caso concreto de la ciudad que se descubre en el yacimiento arqueológico de La Caridad.  Situada en pleno Valle del Jiloca, contaba con abundantes recursos naturales y económicos.

Quizás el aspecto de mayor interés de La Caridad radica en su carácter precoz,  convirtiéndose en un perfecto ejemplo del proceso de la temprana romanización que parece definirse en el valle medio del Ebro, en la transición desde la Celtiberia a la Hispania Citerior.  Se trata de una ciudad habitada por una población indígena de origen celta, pero que participa activamente en la estructura socioeconómica romana.  Sin embargo, en un período durante el cual sus gentes todavía mantenían rasgos previos, como la lengua indígena de raíz celta.

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